Nunca me han gustado los relojes. Lo primero que hacía cuando llegaban las vacaciones era deshacerme del reloj hasta que volvía a empezar el curso. Sabiendo esto, te puedes imaginar la gracia que me hizo cuando el llamado «reloj biológico» empezó a inundar mi cuerpo de su tic-tac ansioso.
Porque sí, el reloj biológico existe, no es un invento. Cuando empecé a notar su acción sobre mí pregunté porque realmente pensaba que me estaba volviendo loca, que me lo estaba imaginando. Pero no: otras mujeres me confirmaron que en su momento pasaron por cosas parecidas y que, lejos de ser imaginaciones, son bastante físicas y tangibles.
En mi caso, las cosas que noto son:
- Un chute de endorfinas brutal cuando estoy cerca de bebés o niños pequeños. En los últimos tiempos estoy sufriendo de ansiedad y hasta en los días malos, estar cerca de un bebé es como si me inyectaran Orfidal en vena. Me vuelvo a casa en una nube. Cuando el efecto se me pasa, claro, tengo síndrome de abstinencia.
- Sé perfectamente cuando estoy ovulando porque mi libido se dispara, lubrico mucho más y ando acelerada y llena de energía. ¡Benditos sean los métodos anticonceptivos!
- Mis reglas son más abundantes y más breves. Puede parecer una tontada, pero lo he notado en los últimos meses.
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